domingo, 20 de diciembre de 2009

Carta a Aldo:

Saludos Aldo:

Si estás leyendo esto es por que he tomado una decisión. Después de haber muerto y haberme encontrado con Elisabeth he decidido buscar mi propio pasado y volver cuando lo hile todo.

Esto no es un adiós (por desgracia para Blumorg) si no un hasta pronto.

Por otra parte, anoche recibí la visita de una vieja amiga, ella se llama Hada de Noche. Os acompañará a partir de ahora en mi lugar, y os servirá de ayuda en la busqueda de los orbes. Sobre todo, no la enfadeis...

Os encontraré en el futuro:

Ricardus Alpert.

domingo, 6 de diciembre de 2009

¿Por qué tan debil?

Todo se dispersa, nada confluye.  Me doy cuenta de que soy demasiado debil, de que este cuerpo es demasiado debil, despues de probar diferentes conjuros con el poder del orbe, me siento realmente agotado. Me he dado cuenta de que tras muchos intentos vuelvo ha tener contacto con el dominio del fuego, quizá el poseer el orbe me ayudase.

Debo estudiar que son estos orbes, debo analizarlos y tratar de saber como funcionan y por qué, quién los creó y para qué. Tal vez sean un instrumento útil para conseguir mis fines, pero hasta que no sepa mas, no puedo darlo por sentado. La naturaleza impulsiba y afable de Aldo me está afectando, no pienso las cosas con cuidado, intento hacer todo lo mas rapidamente posible y se que las cosas no son así, todos los planes tienen su tiempo de maceración, mientras tanto he de conseguir el poder, poder para en el momento en que esos planes maduren, ser capaz de recoger los frutos...

Tengo que observar detenidamente a aquellos con los que viajo, algunos podrian serme de utilidad, he de analizar sus fortalezas, sus debilidades y llegado el momento, tal vez utilizarlas para atarlos a mi causa, mas  alla de lo que ellos mismos podrian imaginar.

Empiezo a recordar cosas, Umwe, mi leal lugarteniente, un cuchillo imbuido con magia, y el fin a todo. ¿que seria de el?  ¿Murió o consiguió mis secretos? Es algo que debo averiguar, si sigue vivo, ha entrado en la cabeza de mi lista...

viernes, 13 de noviembre de 2009

recapitulando

Mientras veo realizar este ritual me siento perplejo, confuso. Cada vez que he tratado con la magia he salido perdiendo, sin embargo no la temo, como no temo a nada. ¿Cuanto hace? ¿Una semana desde que viajo con esta gente? Mi nuevo patrón tiene la cabeza muy bien puesta, quizás demasiado para la edad que aparenta. La primera noche que pasamos al raso nos atacaron arañas gigantes, luchamos con firmeza y conseguimos matarlas, le miré y dijo algo en voz baja, que al parecer solo yo oí, una sola palabra, una orden directa: Glándulas. Sin pensarlo dos veces extraje las glándulas de veneno de las arañas, por las cuales cobramos en la ciudad una pequeña fortuna. Este "niño" nos guía con mano firme y lleva las cuentas de todo el grupo con precision, algo en su manera de comportarse me dice que es mucho más viejo de lo que aparenta. En la ciudad le vi meterse en un edificio en llamas como si tal cosa, y le seguí. Esperaba rescatar al insensato en cuanto se diera cuenta de su error, pero las llamas no parecian afectarle y para mi sorpresa a mi tampoco. Le seguí de cerca temeroso de que si me separaba de él las llamas me dañarían solo a mí, dejando claro que el unico insensato habia sido yo. Entramos en varias habitaciones y se detuvo en la biblioteca, aparentemente interesado en los libros que quedaban intactos, le conseguí varios de un rincón que no habia sido alcanzado aun por el fuego y me hizo un ademán de desprecio con la mano, para despues coger con la mano desnuda un libro que habia en una estanteria completamente ardiendo, toda entera salvo el libro. Si fuera como la gente de mi pueblo habría recelado de él, le habria temido, incluso le hubiera atacado, pero despues de lo que yo he vivido... ¿Quién soy para juzgarle? Le acompañé fuera de la casa y contemplé con alivio como la casa se desmoronaba lentamente sin nosotros. Cierta tristeza me embargó mientras recordaba como las llamas se extendían por mi casa, pero solo fue un instante. Esta noche hemos localizado el sótano de la casa, al parecer su dueño era la persona para la cual todo el grupo estaba trabajando. Hemos cenado como héroes, desde luego, invitados a comer en una mesa noble. El mago es un ser sobrenatural, parece estar por encima de todo, incluso sabe de mi leyenda y no ha demostrado señas de que le moleste siquiera. Tras la cena nos esperaba este ritual, que al parecer ya concluye, pero antes le he entregado la espada rota. Dicen que un objeto mágico jamás se rompe por medios fisicos, pero yo estoy convencido que habia magia en esa espada, al menos en esa gema que ahora es negra, pero que brillaba con un rojo hipnótico antes de romperse. Ahora me entero mejor: al parecer la mision que este mecenas nos tiene encomendada es la de conseguir unos orbes mágicos, y al parecer nuestro grupo ya está en posesion de dos, y por lo visto los tienen en sus cuerpos. Bien, Rheist el rojo nunca da un paso atrás, incluso si tiene que tratar con magia o demonios, o alojar uno de esos orbes misteriosos. ¿Como los habrán metido en sus cuerpos? ¿Por la boca? Amado Tempus, espero que sea por la boca

martes, 27 de octubre de 2009

Torrente de recuerdos

Vi su rostro, tan bello y tan pálido. Su olor, ese dulce aroma que me recordaba tanto a la añoranza de mi hogar. En verdad no recuerdo casi nada de mi vida, cuando miro a unos meses atrás todo es tan confuso, como una espesa niebla que se ciñe sobre mi, pero cuando la miro, un aciago lamento clama en mi corazón, un torrente de sensaciones aun no vividas por mi amarga existencia. En verdad amo a Horo, pero desde el principio sabía que mi amor por ella no era nada más que un jarro de agua sobre el pozo de mi melancolía.

¿Quién es Elisabeth? ¿Por qué me duele al verle? ¿Por qué recuerdo haber vivido junto a ella durante muchos años cuando solo soy un joven inexperto? Y lo más importante... ¿Quién soy?

Ella no me recuerda tampoco, algo ofusca su visión pero... quién nos hizo esto... ¿y con qué motivo? Ahora se por fin cual es mi misión.

lunes, 26 de octubre de 2009

Reflexiones

En mis numeros y largos viajes, nunca antes habia conocido aun grupo como este.

La forma en que se conocieron, en la mayoria de los casos casual, o por el destino, quien sabe, dada las circunstancias, no tienen muchos rasgos en común, en algunos incluso son contradictorios. Pero estan consiguiendo algo que nadie se hubiera atrevido a pensar, en contra de todo pronostico, estan haciendo frente a todos los peligros que les acechan, y estan realizando la busqueda de los "orbes" sin pedir nada a cambio.

jueves, 8 de octubre de 2009

el final de una etapa y el inicio de otra

Rheist llevaba ya meses de camino en direccion al sur, luchando por alejarse más y más de su pueblo natal y de la maldicion de su nombre, y todo parecía indicar que no era imposible: de hecho cada vez le costaba más expresarse en el idioma que hablaba la gente porque tenía menos palabras del suyo propio, lejos de la mezcla cultural, este idioma "más puro" se le atravesaba todavía un poco en la garganta a pesar de estar progresando en él. Como si algo le persiguiera, no pasaba más de una decana en el mismo pueblo, llegaba, se alojaba en la posada y se empleaba en la herrería o en la misma posada o vendiendo su espada al mejor postor.

miércoles, 7 de octubre de 2009

El Demonio Rojo

Rheist nació en el seno de una familia modesta en la villa de Stonehill, en las montañas del norte. En su familia era poco común que naciera un bebé pelirrojo, en el resto de la villa era algo muy extraño. En la leyenda popular del pueblo se decia que quien nacía con el cabello del color de la sangre, estaba destinado a acometer grandes hazañas.... o terribles atrocidades. Fue por este estigma que Rheist tuvo una infancia marginada del resto de los niños, que pueden ser muy crueles. Rheist vivió sin amigos una vida solitaria y aburrida hasta que llegó a la adolescencia. Cuando cumplió los 12 años su país entró en guerra con el estado vecino, y todos los hombres en edad de luchar fueron mandados al campo de batalla. Los trasgos de las montañas aprovechaban la ausencia para rapiñar las aldeas en ataques esporádicos.