miércoles, 7 de octubre de 2009

El Demonio Rojo

Rheist nació en el seno de una familia modesta en la villa de Stonehill, en las montañas del norte. En su familia era poco común que naciera un bebé pelirrojo, en el resto de la villa era algo muy extraño. En la leyenda popular del pueblo se decia que quien nacía con el cabello del color de la sangre, estaba destinado a acometer grandes hazañas.... o terribles atrocidades. Fue por este estigma que Rheist tuvo una infancia marginada del resto de los niños, que pueden ser muy crueles. Rheist vivió sin amigos una vida solitaria y aburrida hasta que llegó a la adolescencia. Cuando cumplió los 12 años su país entró en guerra con el estado vecino, y todos los hombres en edad de luchar fueron mandados al campo de batalla. Los trasgos de las montañas aprovechaban la ausencia para rapiñar las aldeas en ataques esporádicos.


En uno de estos ataques los trasgos mataron al anciano padre de Rheist y a su madre, e hirieron al muchacho de gravedad. Cuando se recuperó nadie quiso hacerse cargo de él, así que tuvo que emplearse como aprendiz en la herrería del pueblo. Durante los meses siguientes Rheist trabajó como una bestia de carga trayendo mineral de las minas y leña del bosque para alimentar la forja. Su maestro de mala gana le enseño las artes del oficio, mientras Rheist se aplicaba por aprender una profesion que le permitiera ganarse la vida. Cuando cumplió la edad necesaria se unió a la milicia del pueblo, donde le enseñaron a luchar y los secretos de la supervivencia y el camuflaje, y pasó algunos años atacando las cuevas de las montañas. Consiguió su venganza, ya que reconoció a los trasgos que habian atacado su casa y se deleitó derramando su sangre.

Con las montañas seguras, la mitad de la milicia fue como voluntaria a la guerra, que ya duraba seis años. Rheist todavía culpaba al país vecino y a la guerra como causa de que los trasgos hubieran matado a sus padres, así que marchó hacia el frente. La última batalla fue cruenta, y las bajas en ambos bandos obligaron a sus líderes a firmar una tregua, pues la tierra se había teñido de rojo, y tan solo una veintena de hombres en cada bando quedaban en pie, aunque algunos estaban malheridos. De la zona de Stonehill y los pueblos vecinos tan solo Rheist volvió a casa, con su armadura completamente teñida de rojo sangre. Nadie volvió con él para relatar la batalla, y Rheist, traumatizado de la violencia contemplada no queria hablar sobre lo ocurrido. Esto alimentó aún más su leyenda, y empezaron a conocerle con el sobrenombre de Rheist el Rojo. Pasaron los días mientras Rheist se recuperaba lentamente, y mataba el tiempo afilando el gladius reglamentario y reparando una soberbia espada bastarda adornada con gemas que había arrebatado a uno de los cabecillas del ejercito enemigo. La espada tenía un granate engastado en la empuñadura que brillaba con una luz tenue. Antes de estar completamente repuesto, un gigante atacó Stonehill y atravesó la muralla que lo protejía. Los milicianos restantes eran jóvenes que todavía no habían conocido el calor de una mujer, y temerosos fueron a buscar al heroe de la guerra. Rheist organizó a los jóvenes para defender la muralla, y atrajo la atención del gigante intentando alejarle de su pueblo. El gigante le aporreó con furia y lo mandó contra una de las casas cercanas, el guerrero se golpeó contra la fachada y cayó al suelo sobre la espada bastarda, que se rompió bajo su cuerpo. El pánico cundió entre el pueblo, que huyó en desbandada, mientras Rheist se levantó del suelo cantando para sí un extraño himno de batalla. El gigante se volvió hacia el mientras el guerrero embrazaba el escudo que portaba a la espalda, y se acercaba cantando con la vista en el suelo. Cuando el gigante levantaba la porra para aplastar al inconsciente que estaba a sus pies plantandole cara, Rheist sacó un hacha arrojadiza y la lanzó contra la ingle del gigante. El hacha seccionó limpiamente la arteria femoral del gigante, que se desangró en cuestion de segundos. Completamente empapado en la sangre del gigante Rheist lanzó un furioso grito de victoria mientras la mole se desplomaba ante él. El pueblo había sido salvado, eso era todo lo que le importaba. Recogió la espada del suelo, el filo se había hecho añicos y la gema de la empuñadura se había vuelto gris. Rheist se encogió de hombros y caminó con cierta dificultad hacia su casa. Durmió hasta por la mañana, las gentes del pueblo habían ido volviendo al correr la noticia de que el pueblo estaba a salvo. Rheist salió de casa feliz, dispuesto a saludar al nuevo día y ver las sonrisas de sus vecinos como recompensa por la batalla librada, pero no vió ninguna. Allí donde mirara la gente desviaba la mirada, y cuando él se alejaba se ponían a susurrar entre ellos. Lo que hasta ahora habían sido casualidades (o no) cambiaron en una leyenda negra a su alrededor,: "el golpe que le dio el gigante tenia que haberlo dejado malherido o muerto.. ¡¿Cómo se levantó?!" "fue el unico que volvió del campo de batalla, si el gigante no le mató tal vez lo hicieron en el campo de batalla y es un muerto viviente" "Mató al gigante de un solo golpe, eso no es normal, tal vez haya hecho pactos con los demonios que acuden a las guerras y ahora ya no es humano" Rheist oyó algunos de los cotilleos y le hicieron verdadero daño, si había sido marginado de joven por el color de su pelo ahora ese mismo pelo rojo le había convertido de heroe a villano, o había algo más? De Rheist el rojo había pasado a ser el Demonio Rojo. Una noche los gritos de la gente lo despertaron, se habían reunido furiosos alrededor de su casa decididos a enterrarle bajo ella. Rheist se puso la armadura apresuradamente y salió a la calle, creyendo por error que algo amenazaba su pueblo, para encontrarse a sus vecinos mirandole con caras cargadas de odio, algunos de ellos ya estaban lanzando antorchas contra el tejado de la casa, aunque el frío y la humedad de la noche habían llenado la madera y la paja de rocío y las antorchas no conseguían prenderlo. Esto aún enfureció más a los aldeanos que alzaron horcas y guadañas contra el, exigiendo muerte al demonio. Rheist, lejos de empuñar su espada para defenderse lanzó un grito de rabia contenida contra la multitud, llamandoles a la razón, de repente la muchedumbre fue presa del terror, unos se quedaron paralizados dejando caer lo que llevaban, otros cayeron de rodillas llorando, algunos vomitaron, Rheist no supo que decir. Entró en la casa, se ciñó sus armas, recogió la poca comida y ropa que tenia en un petate y salió de la casa. Recogió una antorcha encendida del suelo y entró con ella en casa, prendiendo los muebles y las vigas del tejado con calma y parsimonía. Salió de su casa mientras el tejado comenzaba a arder y abandonó el pueblo sin mirar atrás mientras los aldeanos contemplaban el fuego, aún paralizados de terror

Rheist vagó por los pueblos vecinos ofreciendo su espada al mejor postor, y decidido a conservar el sobrenombre que le habían dado al volver de la guerra tiñó por completo su armadura y su escudo de rojo agregando la sangre de los enemigos que mataba a la cera con la que pulía su armadura. Gradualmente el rojo se hizo permanente en todo su equipo, y el nombre de Rheist el rojo empezó a circular por la zona. Pero los rumores van y vuelven, y los dañinos crecen con más facilidad que aquellos que ensalzan a un heroe. Meses despues de su partida de Stonehill, llegaron noticias de sus gestas, pero las gentes de Stonehill contestaron a los viajeros con su distorsionada versión de lo ocurrido. Historias de un guerrero caido que había vuelto del frente cuando todos habían muerto, que había hecho pactos con los demonios para volver a la vida, que había luchado contra un gigante de igual a igual y lo había partido en dos de un golpe, o las más histericas, que estaba rodeado de una nube de oscuridad que aterraba a quien lo mirara a los ojos o que había prendido fuego a una casa con la mirada y había desaparecido en la oscuridad de la noche. Los clérigos de la pequeña ciudad detectaron magia del caos en su cuerpo, pero no pudieron explicarle que era. Rheist tampoco supo dar explicaciones, pues no había dado importancia al suceso de la espada rota y no lo relacionaba con nada de lo ocurrido

Todo el renombre que Rheist había ganado en unos meses se perdió en cuestion de días. Abatido y lleno de ira, Rheist recogió sus cosas y cruzó las montañas rumbo a un nuevo lugar donde la leyenda negra de Stonehill no le alcanzara, o al menos las personas no fueran tan crédulas. En las cumbres montañosas fue atacado por una banda de trasgos, más de una veintena le rodearon dispuesto a ensartarlo. Rheist empuñó su gladius y su escudo dispuesto a llevarse por delante a todos los trasgos que pudiera antes de caer, pero de repente los trasgos retrocedieron y huyeron a la desbandada. Rheist corrió a ocultarse, temiendo que fuera por una amenaza mayor que los trasgos, cuando calculó que el peligro habría pasado reanudó la marcha, ufano por haber sobrevivido un día más. Cuando descendió de la montaña encontró un clima y paisaje diferente de su tierra, y las gentes vestían de otra manera y tambien hablaban un idioma diferente. Apodandose el Solitario y comunicandose con señas, consiguió emplearse en la herrería y alojarse en la posada, el ambiente era completamente diferente de su país, por primera vez la gente que veía su cabello rojo reaccionaba con curiosidad en vez de con reservas, y fue feliz mientras lentamente aprendía el idioma de aquellas gentes que habían acogido a un extranjero con tanta amabilidad.

Un día mientras paseaba, vió una caravana de comerciantes hablando con el dueño de la herreria. Por los ropajes y los cabellos rubios y largos supo que eran gente de su país, probablemente había una ruta de comercio entre los dos pueblos fronterizos. No volvió a la herreria, pagó lo que debía en la posada y se marchó del pueblo sin decir nada a nadie. No estaba dispuesto a que le reconocieran y le alcanzara su leyenda negra, así que marchó con lo poco que tenía dispuesto a alejarse lo que pudiera de su país. Recorrió varios poblados hacia el sur, ofreciendo su espada o sus músculos al mejor postor, haciendo todo tipo de trabajos para sobrevivir. Retomó el sobrenombre de Rheist el rojo cuando dió por hecho que sus gestas ya no llegarian a oídos de su gente, y se prometió conseguir todo lo que se le había negado: riquezas y fama, y tambien camaradas, gente en la que confiar o con la que poder echar un trago en la taberna. La vieja capa blanca con la que se ocultaba en la nieve mientras dormía ya no le servía en terreno cálido, así que encargó a un sastre una nueva, gris y verde, para poder esconderse en hierba o rocas. De vez en cuando al acostarse Rheist todavía recuerda con dolor la noche en que los aldeanos se alzaron contra él, y se ha vuelto todavía mas cerrado y reservado

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