jueves, 8 de octubre de 2009

el final de una etapa y el inicio de otra

Rheist llevaba ya meses de camino en direccion al sur, luchando por alejarse más y más de su pueblo natal y de la maldicion de su nombre, y todo parecía indicar que no era imposible: de hecho cada vez le costaba más expresarse en el idioma que hablaba la gente porque tenía menos palabras del suyo propio, lejos de la mezcla cultural, este idioma "más puro" se le atravesaba todavía un poco en la garganta a pesar de estar progresando en él. Como si algo le persiguiera, no pasaba más de una decana en el mismo pueblo, llegaba, se alojaba en la posada y se empleaba en la herrería o en la misma posada o vendiendo su espada al mejor postor.


En el último de los pueblos que visitaba la había vendido literalmente, pues llevaba tres decanas sin hacer ningún trabajo y había cambiado su espada bastarda y sus armas arrojadizas por unas monedas para pagar la posada una noche más. Esa noche a horas intempestivas llegó una ruidosa comitiva, que despertó a Rheist en mitád de la noche. Rheist sonrió y se volvió a dormir, pensando que más alboroto podia significar mas trabajo en la posada o con suerte aventureros o nobles dispuestos a contratarle. Los primeros rayos del sol le despertaron y bajó al salón con su armadura y la cera de pulir, para entretenerse hasta que el tabernero se despertara y empezara a preparar los desayunos Huéspedes de la posada que Rheist no conocía empezaron a bajar a la sala comun, ocupando las mesas. Cuando el tabernero apareció en el mostrador, Rheist se dirigió a el directamente sin titubeos.
-Busco trabajo.-
El tabernero le miró con respeto, y con calma dijo:
-Ultimamente hay muy pocos dias completos en la taberna, si te contratara tendria que pagarte un dinero que no tengo.- dijo inclinando la cabeza al grupo grande de recien llegados
Rheist miró al variopinto grupo un poco mejor. Seis o siete personas charlaban animadas entre dos mesas, y mas allá había otro de ellos dedicado a la escritura en una mesa aparte.

Rheist avanzó hacia el grupo, por el camino un joven le salió al paso
-heyy, me he fijado en tí y pareces fuerte, que me dices si tu y yo viajamos juntos?
Rheist miró al joven detenidamente, aunque ya lo tenia visto de la tarde anterior. Era alto y flacucho, y portaba a la espalda un espadón en apariencia demasiado grande para él. Rheist reflexionó en silencio, ansiaba tener compañeros pero este joven parecía por su aspecto físico estar poco curtido en batalla. puede que ni siquiera hubiera conocido aun el calor de una mujer. No queria llorar un compañero muerto antes siquiera de celebrar con cerveza el primer trabajo completado.
-¿Que pasa? Podrías decirme algo de mi oferta grandullón!!
Nó sonó como algo despectivo, pero Rheist quiso intimidarlo con su presencia para librarse de él. Sonrió mientras invadía el espacio vital del muchacho, esperando que fuera suficiente para librarse de él, pero el joven seguía plantandole cara. Rheist entonces se dió la vuelta y siguió su camino, sonrió de verdad en cuanto le dio la espalda. Sin duda si no se le temía por tener el pelo rojo la vida le sería más facil.

Llegó ante la mesa del grupo que habia venido por la noche. lo más variopinto estaba allí, y eso solo significaba una cosa:
-Aventureros. -pensó Rheist.- y parecen bien vestidos y equipados.
Una de las mujeres se volvió hacia él.
-¿Hola, podemos hacer algo por tí?
- Vuestro jefe.- dijo Rheist en tono de pregunta.
Las jóvenes se miraron entre ellas y luego miraron fijamente al joven que estaba sentado solo. Aunque no le hubieran dicho nada, el joven parecía con diferencia mucho mejor vestido que los demás, la ropa era negra con bordados y tenia una enorme capa con capucha, que llevaba caida a la espalda. Fuera una compañia mercenaria o no, el lider era forzosamente el más acaudalado. A Rheist le sorprendió la corta edad del muchacho, pues no aparentaba más de 16 años y su rostro ya estaba curtido por la batalla, una cicatriz le cruzaba un lado de la cara de arriba a abajo, y un ojo de cristal o una perla llenaba la cuenca vacía. El otro ojo parecía más viejo que el tiempo, como estar mirando al fondo de un pozo tan profundo que la superficie del agua apenas refleja la luz del sol. Su mano se deslizaba con gracia y suavidad por el pergamino, cási sin rozarlo, hasta el punto de que no se oía el rasgueo de la pluma. Rheist sabía muy poco sobre leer el idioma de la zona, pero sabía de aquella escritura que tenía una caligrafía impecable.
Rheist se dirigió a él pero el muchacho no hizo ningun ademan de haberlo visto:
-Dicen que eres el jefe de esta gente.
El muchacho miró de reojo a sus compañeros.
-¿Te lo parezco?
-Si.
El muchacho alzó la mirada para observar a Rheist de arriba a abajo durante un instante. Bajó la cabeza para volver a sus escritos, y preguntó con aparente desgana:
-¿Qué quieres?
-Trabajo. ¿Que ofreces?
el joven hizo un vago gesto con la pluma para señalar a sus compañeros, y dijo:
-tu parte del botín y de lo que saquemos cumpliendo misiones.
-Me vale.
-Qué garantías ofreces?
-Mi vida es mi garantía, jamás me echo atrás.- Dijo Rheist golpeándose el pecho con el dorso de la mano.
-¿Alguna otra garantía?
-Ponme a prueba.
El joven inclinó su cabeza hacia uno de sus compañeros.
-Mátalo.
Rheist miró a quien señalaba el joven. Era un hombre un poco más joven que él, ni delgado ni corpulento, con un aire un poco amanerado, que les observaba con expresion alegre. incluso amable. Le sorprendió la actitud del joven mucho más que la del chico de negro, ya había trabajado para señores similares y era una prueba muy fácil de pasar, sólo tenia que levantar su espada contra su adversario y paraban la pelea y le declaraban apto.

Rheist le miró con curiosidad, por su actitud parecía dispuesto a luchar a muerte, así que recogió su armadura y se la puso, embrazó su escudo, y gladius en mano, se plantó ante el joven y señaló la puerta con un gesto de la cabeza. Después salió a la calle y esperó. El joven salió poniendose unos finos guantes blancos portando un estoque al cinto. "Un duelista" pensó Rheist. "Esto será muy fácil o muy difícil"

-Estoy listo.-dijo el joven.- Ah por cierto, mi nombre es Ricardus y acepto tu desafío. ¿Será a primera sangre, a espalda contra el suelo, a muerte?.- preguntó sin darle mucha importancia

-Me han ordenado que te mate.- contestó Rheist
-Muy bien, a muerte entonces.- dijo el joven poniendo la espada vertical ante el pecho, como señal de duelo.- ¡En garde!

Los compañeros del joven intentaron detener la pelea, pero fue inútil. Rheist amenazaba con rajar con su gladius a todo el que se interpusiera mientras el joven decía: -Un duelo es un duelo. Por mi honor debo luchar.-

El joven resultó ser un oponente temible, el estoque pasaba sin dificultad la defensa de Rheist y penetraba por las juntas de su armadura, si bien consiguió hacerle un corte bastante feo con el gladius las tornas iban en contra de él, si el estoque alcanzaba un organo vital podía darse por muerto. De repente, dos enormes esqueletos que no parecían humanos salieron de ninguna parte y se interpusieron entre los dos contendientes. Rheist atacó al que tenía delante, que le miraba con una actitud amenazadora, mientras Ricardus gritaba disgustado.
-¡Aldor, no veo nada bien que interrumpas mi duelo!

Rheist apartó el arma, satisfecho. Había pasado la prueba, como tantas veces antes, y se quedó mirando al esqueleto. El esqueleto atacó al ver a su oponente con la guardia baja, pero Rheist se las apañó para esquivarlo. Ricardus volvió a entrar con aire disgustado a la taberna, y los esqueletos se fueron por donde había venido. Rheist se quedó impresionado por el poder del joven mago, y entró a la taberna. El mago miró a Ricardus y luego le lanzó una mirada inquisitiva.
-Sigue vivo.-
-No he venido aquí a divertirte.- dijo Rheist enojado. ¿Estoy contratado o no?
-Está bien.-
-Eeeh y yo qué.- dijo el joven que había abordado a Rheist un rato antes.- Soy aventurero, ¿puedo acompañaros?
Aldor hizo un gesto de condescendencia, sin dar muestras de que le importara.

Al día siguiente pagó sin decir nada la cuenta de todos y dispuso el viaje a la ciudad.

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